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  • Foto del escritorLucio Gutierrez

Estar a solas (en compañía de otro)

Uno de los signos más relevantes de madurez emocional es lo que largo tiempo atrás fue descrito como la capacidad para estar solo en compañía de otro (1). Mucho ha sucedido desde el nacimiento hasta que logramos, bajo el cuidado de quienes se han encargado de nosotros, tener la experiencia de poder estar a solas despreocupadamente.



Describo una escena: la niña juega con sus juguetes, habla consigo misma mientras lo hace o le habla a éstos. Mientras tanto mamá, papá, tía o quien se encarga de ella está en la misma pieza, ocupándose de sus propios asuntos, quizás leyendo o cocinando. Al mismo tiempo, la nena ‘sabe’ (sin pensarlo) que si algo pasa y requiere ayuda la recibirá oportunamente. Y esa forma de ‘saber’ cimienta la experiencia de confianza que le permite acceder a un estado calmo, continuar jugando y eventualmente sentirse creativa en el juego.


Dejamos olvidada esta experiencia en la infancia pero es plenamente vigente en la edad adulta, sobretodo en la vida íntima.


En las relaciones de pareja muchas veces nos encontramos con que esta capacidad se encuentra interferida. Vemos por ejemplo como las parejas se exigen atención constante, viven con suspicacia la distancia del otro o la resienten como sinónimo de desamor. Replican así la experiencia de un niño con un cuidador ansioso o desconectado. Es común que al no poder estar solos en compañía del otro las parejas se impongan distancia, a modo de periódicas ‘huidas’ de la relación. O que resientan con agotamiento el ‘tener’ que estar pendientes del otro. Podríamos seguir enumerando modos en que esta capacidad se muestra alterada, pero en todos es fuente de perturbación para el clima emocional en el hogar. Las redes sociales y su oferta de una compañía siempre disponible ayudan bastante a obscurecer esta cuestión, escondiéndola detrás de los reproches a la pareja por estar ‘todo el día conectado(a)’.


Estar a solas en compañía de otro es el completo opuesto de sentirse solo. Refiere a la experiencia de estar consigo mismo sin la necesidad de ocuparse activamente del otro. Que se dé supone que alguna vez en nuestra historia pudimos ser dependientes y sostenidos emocionalmente por otras personas, sin que éstas lo hubiesen hecho notar (si no, se arruina).


Así, que podamos disfrutar del estar con nosotros mismos testimonia un momento de generosidad humana.


Columna para Mirada Diaria

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