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  • Foto del escritorLucio Gutierrez

Las pantallas son tema de crianza

Actualizado: 21 ago 2019

Quizás debería haber comenzado, en el marco de la campaña #pantallasconsentido con proponer esta como la "quinta C", la más importante. Y es que aquí pongo de manifiesto la idea central que creo que se pierde entre tanta demonización mediática del uso de las pantallas.


Las pantallas no tienen un valor como cosas en sí mismas, sino con qué lugar ocupan en el día a día de las familias. Parece de perogrullo pero la verdad es que esta cuestión tiende a olvidarse.


Quiero decir con esto, sobretodo en los niños y jóvenes, que si hay problemas suelen tener que ver con situaciones donde las pantallas adquieren valor como estrategia de huída o distanciamiento emocional, y no por las características inherentes a las pantallas. Son un buen medio para alejarse de lo que está pasando emocionalmente. Pero son eso, un medio. No son su causa.


Digo con esto, por ejemplo, que un chico que tiende a replegarse (a "irse para adentro") o que tiene la necesidad de mantenerse alejado de la realidad circundante encontrará, en ausencia de pantallas, otro modo de distanciarse emocionalmente.


Sólo a modo de ejemplo, quizás desarrollará una tendencia oposicionista o problemática, una pauta de actividad física excitada (hiperactivo dirán algunos), se volverá un introvertido coleccionista, o desarrollará una dificultad depresiva. Por otra parte, un chico que no tiene estas dificultades probablemente no entrará en conductas problemáticas más allá de las propias al uso de cualquier objeto que le cause placer, excitación, entretención y que capture su entusiasmo.


Es cierto, hay diferencias entro las pantallas y otras actividades. Las pantallas, especialmente la experiencia en videojuegos, tiene un altísimo potencial inmersivo (de capturar la atención), mucho mayor a otras actividades como leer un libro o jugar un juego de mesa. Es cierto también que activan muy eficientemente circuitos de excitación y placer. Pero el punto que deseo tratar aquí es que ese potencial de "atrape" no va a desarrollarse en el marco de una vida emocional rica.


Al final del día, y estoy convencido de ello, siempre resultará más atractiva la rica vida emocional con otros que la huída a través de la tecnología. Vale la pena tener un mínimo de confianza en la tendencia al desarrollo emocional de nuestros niños y jóvenes.


La pregunta central aquí, quizás la más dolorosa, es la siguiente: ¿si el chico deja la pantalla en el día a día, qué encontrará en su mundo emocional alrededor?


Es mi experiencia con padres contemporáneos que el gran tema de las pantallas no es su uso indiscriminado por los niños, sino por los padres. Allí donde los padres se enfrentan el vacío del "no saber qué hacer junto al niño", del "no sé jugar con mi hijo(a)", del "no tengo tiempo para tí" o del "no sé lidiar con tu vida emocional", entre otros, es que las pantallas aparecen como un eficiente sustituto. Porque las pantallas, sencillamente, silencian el problema. La queja se calla, la demanda de afecto desaparece momentáneamente. Mientras dure la partida de Fortnite, el video de huevos sorpresa o la App de turno.


Entonces el problema central está planteado: ¿qué experiencia emocional espera a los niños en su día a día si no hay pantallas?.


Si consideras que en tu hogar hay una una respuesta favorable a esa pregunta, probablemente no tendrán un uso problemático de las pantallas.


Si no hay una respuesta favorable.... bueno, es hora de ponerse a pensar seriamente al respecto.


Las pantallas, en este sentido, son principalmente tema de crianza, del ambiente y las condiciones para el desarrollo emocional que como padres ofrecemos a nuestros niños.


Como ven, el "cuanto" se usan las pantallas, desde esta lógica, está lejos de representar el problema principal.

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