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  • Foto del escritorLucio Gutierrez

¿Por qué conversar en psicoterapia sana?

No es raro que las personas que asistan a psicoterapia se pregunten respecto de 'cómo funciona' la misma. En ocasiones esta pregunta es dirigida al mismo terapeuta, quien dependiendo de las situaciones particulares a cada proceso de terapia (incluyendo sus características personales) dará o no una respuesta.


En mayor o menor medida la gran mayoría de las psicoterapias se basa en el simple hecho de conversar e intentar comprender las cosas a partir de dichas conversaciones. Quizás la psicoterapia psicoanalítica, por sus características, es la que más ha hecho uso de esto, pero me atrevería a decir que todas parten en diverso grado del hecho de que paciente y terapeuta conversan.


Ahora bien, conversar en psicoterapia no es lo mismo que conversar entre amigos. Hay una serie de cuestiones que se ponen en juego en la conversación terapéutica que no podrían estar en juego en una charla de amistad.


El terapeuta tenderá a volcarse hacia la escucha de su paciente y pondrá en juego cuestiones que una amistad -por las limitaciones y expresiones afectivas propias a una relación de amistad- preferirá no hacerlo. Conversará -o debiese hacerlo- en torno a las contradicciones del paciente, los puntos ciegos, los modos en que el paciente orienta su vida y la consistencia de estos modos con los deseos del propio paciente. 


A diferencia de una conversación familiar, al volcarse hacia la escucha del paciente el terapeuta mantiene cierto grado de abstinencia respecto de sus propias ideas, deseos o juicios en torno a lo que podría llegar a suponer que es 'lo mejor' para el paciente. Esto, por supuesto, no es total, pero en cierto grado el terapeuta querrá ayudar al paciente a enfrentar sus dificultades desde lo que el paciente mismo reconoce como suyo y comprender esto desde la historia que ha marcado al paciente, en lugar de imponer su propio punto de vista.


El terapeuta escuchará -o debiese ser capaz de hacerlo- allí donde el familiares y amigos tenderán a minimizar (ejs. '¡cómo tanto!', 'exagerada'), a desestimar (ejs. 'hablemos de otra cosa mejor', 'mejor no pensar cosas negativas'), a racionalizar (ejs. 'pero resuélvelo así!', 'esto se explica así', 'no estas actuando bien, esto es más lógico'). Así, se espera que pueda conversar asumiendo la tarea de sostener al paciente al enfrentar su dolor psíquico. El compromiso a mantenerse fiel a la experiencia emocional que se encuentra aconteciendo en la relación aquí, ahora, conmigo es algo que también caracteriza una conversación terapéutica marcada por el pensamiento psicoanalítico.



Por supuesto, está también la confidencialidad que dota de una cualidad especial y es pilar de una conversación terapéutica. El paciente podrá hablar lo que guste, en un espacio que no tiene consecuencias más allá del deseo de enfrentar las propias dificultades y tomar determinaciones en base a ello. Decir a otro eso que no se dirá públicamente tiene una cualidad sanadora en sí misma.


Más importante aún, hay un hecho que es propio a toda conversación pero que sólo se pone de relieve en la conversación en terapia psicoanalítica. Cuando hablamos no nos dirigimos sólo a la persona a la que hablamos, siempre se hacen presentes nuestros supuestos sobre las personas, la vida, el modo como funcionan las cosas y como debiesen hacerlo. Piense Ud. en lo que le sucede cuando enfrenta una entrevista para un trabajo, conoce a una persona interesante por primera vez, o enfrenta una situación social en la que debe presentarse públicamente. Probablemente, a sabiendas o no, se encontrará considerando cómo serán recibidas sus palabras y cómo las evaluaran el o los otros que le escuchan. Lo interesante es que esto ocurre no sólo por lo que Ud. observa allí (los gestos y el lenguaje corporal, las vestimentas, las actitudes, etc.) sino también por sus experiencias previas de encuentros con otras personas.


Esto marcará el modo como Ud., a sabiendas o no, censura su decir frente a otros.


Esta forma de censura se pone en juego en toda conversación, sólo que en la conversación psicoanalítica intenta sobreponerse a ella. Al conversar el psicoanalista busca comprender no sólo qué está diciendo el paciente, sino cómo es que sus experiencias previas han marcado lo que dice hoy y lo que evita decir por considerarle pudoroso, descortés, inadecuado, doloroso, desconsiderado, agresivo, transgresor, etc.


Para ello, conversar en la psicoterapia analítica se basa en la idea de que el paciente diga 'todo lo que pase por él(ella)', método conocido como asociación libre. Lo cierto es que esto es una paradoja: se solicita esta regla para dejar de lado, o al menos disminuir, la censura que típicamente aplicamos a nuestro decir en forma cotidiana. Pero ello no le da, en estricto rigor, libertad al decir. Librarse de la censura ayuda a encontrar los ecos de las voces que hablan o establecen prohibiciones en nuestra historia, las experiencias de placer y dolor que han marcado nuestro modo de ser y, si las cosas marchan bien, lograr una actitud más comprensiva respecto de quienes hemos llegado a ser en el transcurso de nuestra historia.

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