¿Quiero o no quiero estar conectado?
- Lucio Gutierrez
- 10 may 2016
- 1 Min. de lectura
Vivir conectados a WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram o la red social de preferencia, es un arma de doble filo. Por una parte, nos permite encontrar a otros queridos, a viejos amigos, a nuevos conocidos. Coordinarnos, expandir nuestras fronteras de influencia. Llegar a más personas, más rápido y más eficientemente.

Guardamos con las redes, también, una silenciosa relación de ambivalencia. Cada vez que abrimos una nueva conversación, que ingresamos a un grupo o comunidad, algo de esa Babel de opiniones queda en nuestro ámbito de ocupaciones. Eventualmente un mensaje llega que nos convoca a dar una respuesta.
Hace un tiempo atrás estaba de moda en los diarios usar la palabra ‘emplazar’. Todos los políticos andaban emplazando a otros políticos por tal y cual cosa. Las redes sociales son una fuente inagotable de emplazamientos. Nos gusta cada tanto ser emplazados (ej. ¿Qué opinas de eso Perico Palotes?). Pero cuando queremos, no cuando otros quieren.
Y así como hacer oídos sordos ante alguien que nos habla cuesta trabajo, cuesta acá hacer el trabajo de dejar pasar una referencia a mi persona. Las redes sociales oscilan entre un texto que puedo dejar para después y una voz que convoca mi presencia. Generan sentimientos, aprobleman, comprometen y demandan que estemos allí. Surge ese pensamiento que muy probablemente alguna vez ha cruzado por su testa: ‘¿Y si cierro mi cuenta?’.
Pero no lo hace, no. O lo hace y la reabre. O mantiene la ambivalencia de querer estar libre y no perderse eso tan importante que ocurrió esa semana que se desconectó. Vaya vaya.
Columna en Mirada Diaria
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