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  • Foto del escritorLucio Gutierrez

Sobre el deseo de análisis

Algunos analistas ponemos acento en que exista 'deseo de análisis' en el paciente a la hora de discernir si nos encontramos en condiciones de ayudarle. Al punto que el término médico de 'paciente' merece ser reemplazado por el de 'analizando' (analisand), aquél que participa activamente en la tarea del análisis.


model on the couch - Edvard Munch

La idea de que haya o no deseo de análisis va mucho más allá de una motivación racional a consultar a un psicoterapeuta. Involucra una serie de cuestiones que tienen que ver, por supuesto, con elementos motivacionales conscientes, pero también con otros aspectos menos evidentes. Sin un afán exhaustivo, menciono algunos puntos: 


La disposición a tolerar el dolor psíquico en miras al crecimiento emocional: todo análisis involucra enfrentar cuestiones que por su naturaleza han sido alejadas de la consciencia y cuyo retorno viene acompañado de turbulencia emocional y dolor psíquico. ¿Por qué alguien querría someterse a enfrentar los aspectos dolorosos de la existencia que han sido largamente reprimidos? Sólo podemos encontrar una respuesta en la confianza en que dicho proceso de elaboración de los conflictos personales permitirá una vida más libre, quizás con ello menos atrapada en la tendencia mortífera a la repetición del pasado, menos entorpecida por los fantasmas que no permiten asir el presente. Sin una mínima disposición a tolerar el dolor psíquico, el deseo de análisis no se sostiene.


Deseo de análisis supone la aceptación (implícita o explícita) de la condición de 'trabajo' presente en el análisis: esto se vincula a nuestras protecciones narcisísticas y las formas de omnipotencia con las que cada quien se vincula con su ambiente. Partiendo del supuesto que las dificultades que se enfrentan en un análisis no han podido ser resueltas de otro modo, cierto grado de reconocimiento que será necesario un trabajo conjunto con el analista para atravesar dichas barreras es parte del deseo de análisis. Es, en ese sentido, un deseo de trabajo analítico y no de la obtención pasiva de gratificaciones, contenidos o 'prestaciones' (o más extremo aún, 'servicios') de parte del analista. El acento en la idea de trabajo involucra, como todo trabajo, que han de utilizarse recursos para su producción. Los análisis toman tiempo, energía, recursos económicos y, por supuesto, espacio psíquico en los individuos que los cursan. Sin la aceptación de la condición de trabajo involucrada en un análisis, considero que la motivación inicial a un tratamiento terapéutico se quebranta como hoja seca de otoño.

Una disposición a preguntarse sobre sí es fundamental al deseo de análisis. Si bien el analista podrá favorecer el proceso a través de sus interrogaciones, puntualizaciones, confrontaciones, interpretaciones y otros recursos, el núcleo del deseo de análisis se basa en la disposición del analisando a poner entre paréntesis sus convicciones sobre sí y abrirse a la experiencia de preguntarse sobre su historia, su visión de mundo, sus motivaciones, y en general a aquello que le ha llevado a ser cómo es y a orientarse en el mundo como se orienta, aspectos en gran medida fuera del dominio de la consciencia. Sin preguntas que surjan del propio paciente sobre sí mismo, el deseo de análisis no sobrevive más que un par de sesiones (quizás también dependiendo de la imaginación creadora, ansiedad y la capacidad de la díada analista-analisando de tolerar esa situación).


Relacionado con los puntos anteriores, un reconocimiento mínimo de que un análisis supone una situación de dependencia emocional: por cuanto todo análisis ocurre en una situación aquí, ahora, conmigo, no puede haber análisis sin la presencia de un analista (no existe tal cosa como el auto-análisis en estricto rigor). Más aún, enfrentar los conflictos que han sido desalojados de la consciencia y la turbulencia emocional que conllevan requiere de un espacio que permita suficiente confianza en términos relacionales como para extender las capacidades iniciales de un analisando para enfrentar lo hasta entonces intolerable. La dependencia aquí no es interpretada como suele considerarse en la cultura contemporánea, como sinónimo de 'debilidad' o 'falta de carácter' (asociadas a los mitos sobre los psicoanálisis), sino como la expresión de la capacidad para confiar en el otro y deponer las defensas que cotidianamente se levantan para protegerse del mundo circundante. Es, pues, una situación especial que requiere de una relación especial con el terapeuta.

Diría que sin un mínimo grado de aceptación de la situación de dependencia implícita en un análisis no hay deseo de análisis propiamente tal, sino quizás formas de interés intelectual por la terapia, la búsqueda por otras formas de tratamiento (ej: farmacoterapia, terapia conductual), entre otros.

Puedo figurarme que otros analistas encontraran otros aspectos a considerar o les enfocarán de otro modo, este es un asunto bastante especulativo y arraigado en la experiencia clínica personal. 

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